29 abril 2011

Reflexión profunda a partir del penoso espectáculo del Real Madrid - Barça

Hasta el pasado 10 de enero yo fumaba. Me gustaba mucho fumar. Muchas veces era lo mejor del día. Y lo dejé a lo bestia. El mismo día 10 al despertar ni siquiera sabía que ya me fumado el último cigarrillo.

¿Cómo fue entonces?

Al llegar a la oficina un compañero ex putero, ex alcohólico (en control médico), ex porrero y ex farlopero, va y me dice que ha dejado de fumar. Y pensé: "Si este deshecho lo deja y tú no, ¿qué clase de mierda estás hecho?". 

Cuatro meses después me ha dado por salir a correr, a ver qué tal. Y es espantoso. Pero tiene una cosa buena: que te permite pensar. Porque mientras corres (si corres solo, obviamente) nadie te toca los cojones (pelotas, testículos, cataplines).

Y durante la carrerita de hoy por las playas de Barcelona, entre otras cosas, he pensado en todo lo que ha venido pasando desde el partido del miércoles entre el barça (los míos) y el Real Madrid. Las conclusiones son las siguientes:

1. Salvo honrosas excepciones, todos vemos mejor lo que nos interesa que pase que lo que realmente ha pasado. Y no parece que sea un problema oftalmológico. 

2. Incluso los árbitros, por muy imparciales que intenten ser, tenderán a ver las cosas de la manera que más ilusión les haga, aunque sólo sea un poco. 

3. Vistas las reacciones del público en general de uno y otro equipo, está visto que la cabeza la tenemos para bien poco. Y que casi todos tiramos más de los sentimientos. Así nos luce el pelo. 

4. Es dramático.

A la vista de todo esto, se me ocurren un par de conclusiones más:

1. Ser objetivo es muy pero que muy difícil. Y cuando ya casi lo has conseguido te das cuenta que no sirve para nada más que para cabrearte con prácticamente todo el mundo. Porque prácticamente nadie lo es ni putas las ganas que tiene de serlo.

2. La gente lo que quiere es ser feliz. Y si para eso tiene que ver rojo lo que debería ser amarillo, lo verá. Y si los catalanes tenemos que ser todos unos hijos de puta, pues pensará que lo somos. Y viceversa. Si justo o no, razonable o absurdo, a la gente le importa tres cojones. Y a vuestros jefes también. Y a vuestras parejas y a vuestros amigos y a vuestros políticos. 

Entre ser razonables y ser felices, todos lo tenemos bastante claro. Por lo tanto, la entrada de Pepe a Dani Alves es una tarjeta roja de libro. No se hable más.